REPORTAJES

10.1.06

RUBEN JUAREZ: Crónica de una nota que no fue

Esta (bendita) profesión del periodismo me brinda , no siempre en forma proporcional, placeres y sinsabores.
De los segundos, prefiero olvidarme; de los otros, hoy quiero compartir un capítulo con ustedes.
El desempeño como periodista me posibilitó el acceso a lugares y a personas fuera de lo común y notables. Sin embargo la capacidad de asombro por las situaciones a las que una se enfrenta no tiene límite, porque el límite entre mi vida particular y el trabajo es una fina línea que permanentemente se corre hacia una u otra frontera.
Conocí a Rubén Juárez hace unos años, cuando visitó General Belgrano donde se desarrollaba un Taller de Tango en las Escuelas.
Me reencontré con él en Chascomús, en ocasión de su presentación en el Festival “Lagunas y Praderas”.
Circunstancialmente me hallaba en la casaquinta donde arribó el sábado 5, el día de su cumpleaños, el que festejó junto a sus hijos Leo y Lucila, compañeros del espectáculo y amigos, algunos presentes y otros que lo saludaron telefónicamente. Dentro de ese marco de íntima celebración, unos pocos privilegiados recibimos como inmensa retribución a tan humilde atención un concierto nacido desde la pasión indescriptible por la música en todos sus géneros.
Así, acompañado por su infaltable bandoneón ,el primero que tuvo en su vida, según contó, desgranó tangos (Norberto sigue sin creer lo de “Adiós Nonino”), música folklórica, así como también canciones patrias (increíble su versión de “Aurora”) o temas de los Beatles (“Yesterday” fue el dedicado para Ariel). Mención aparte merece el homenaje musical a Eladia Blázquez (que Alejandro atesora grabado en su teléfono) y la correspondiente anécdota de cómo lo compuso junto a Chico Novarro.La larga sobremesa del almuerzo se prolongó hasta la noche.
Nos despedimos, con los oídos beatificados y la cabeza bullendo de ideas de cómo, posteriormente, hacer un buen reportaje.Después de todo, ese es mi trabajo.
Sin embargo horas después lo descubrimos en la trastienda del Festival, comprobando que esa capacidad de asombro mencionada al principio de esta crónica volvía a ponerse a prueba.
Lo que comenzó con una improvisación, más tarde fue un “fuera de programa” de lujo, compartiendo escenario con Peteco Carabajal, tras lo cual junto a una ínfima comitiva se instaló en “Valentín”.
Allí nuevamente el fuelle fue el convidado infaltable, con el que el maestro siguió dando cátedra de su virtuosismo (sí, Jorge, tu dúo con Juárez fue para la antología).
El sol del ya instalado amanecer puso un paréntesis obligado. Mañana la seguimos...
Ese mañana fue el domingo, noche en que fue protagonista de excepción en el escenario del Parque Libres del Sur, siendo coronada por una ovación multitudinaria la presentación de su espectáculo de música, danza y humor.
La genialidad del talento de Rubén Juárez volvió a entregarse en la misma mesa trasnochada del bar de una ciudad, a la que definió como dueña de una magia singular.
Yo fui testigo y protagonista de ese periplo, el que concluyó compartiendo el almuerzo del lunes, intercambiando teléfonos y mails.
¿El reportaje? No, no pude encender el grabador para hacer preguntas que, a esa altura de los hechos podían sonar como obvias.
Me guardo el recuerdo (y aquí lo comparto someramente) de haber sido partícipe de una experiencia imposible de plasmar en palabras, de ser testigo privilegiada de la intimidad de la creación, de la emoción traducida en lágrimas, de la excelencia de un artista que entregó por igual su talento, ya sea sobre el escenario y frente a la mesa de un café.
Como periodista, me quedé sin reportaje.
Como persona, te digo ¡gracias Rubén!, por el tango que me improvisaste, por las anécdotas que nos contaste, por haber sido parte del grupo de gente que te acompañó durante tu estadía en Chascomús.
Las imágenes que acompañan esta crónica son las que Ariel guardó en su cámara.
Las mías, las atesoro en el corazón...
Diana Insua